A veces nos proponemos lograr
metas que se nos antojan inalcanzables porque requieren un esfuerzo tan extremo
que, tanto física como psicológicamente, no somos capaces de asimilar, aunque
nos duela admitirlo. En algún momento, todo aquello que creías dominar comienza
a crecer como una bestia indomable que escapa inevitablemente de las riendas
que tan apaciblemente dirigías. Es entonces cuando caemos del pedestal desde el
que nuestro orgullo sonreía deslumbrante, y la frustración se apodera de
nuestra mente. Poco a poco nos consume la inseguridad, que corroe nuestro
interior y cual ácido nos devora y nos desfigura, tornándonos unos seres
irreconocibles, oscurecidos por la propia decepción. Pero debemos luchar para
poder retomar el control sobre nuestras capacidades y así volver a recuperar
nuestra identidad original. Debemos incluso aprender de esta experiencia para
mejorar aquellos aspectos que agrietaban nuestro ser y nuestra felicidad.
Porque a veces necesitamos dar un paso atrás para poder verlo todo con perspectiva
y volver a creer en nosotros mismos, tal como un fénix que renace de sus
cenizas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario