martes, 25 de noviembre de 2014

Yo estuve aquí





Miré el reloj. Tan solo habían pasado quince minutos. Aunque la clase era verdaderamente interesante, cada segundo se me antojaba eterno. Quizás se debía a la curiosa combinación de los cantos gregorianos que estábamos estudiando en clase de Historia de la Música, cuyas solemnes monodias evocaban ambientes más idóneos para la purificación espiritual, con las carcajadas causadas por un chiste obsceno provenientes de un grupo de adolescentes en el pasillo y los efluvios hormonales del muchacho que se había sentado a mi lado. Por no mencionar el cansancio que ya formaba parte de mí y que era especialmente perceptible a esas horas de la tarde.
Traté de concentrarme en la litúrgica melodía cerrando los ojos, pero el sueño amenazaba con apoderarse de mis párpados, de modo que intenté fijar la vista en algún punto de la estancia.

En aquel momento algo llamó mi atención. No era la primera vez que reparaba en ello; de hecho, desde el primer día de clase fui consciente de su presencia en el aula. Sin embargo, ahora adquiría un nuevo significado. Ya estaba familiarizada con este tipo de cambios de percepción, pues constantemente me encuentro en situaciones similares en las que, al retirar la etiqueta que de forma automática había adjudicado a un determinado ser, percibo una realidad más dinámica, una identidad fluida que abarca mucho más de lo que había asignado. En cualquier caso, me ocuparé de este fenómeno en otra ocasión.

Lo que llamó mi atención fue la pared que daba al patio interior del Conservatorio, contra la cual instantes antes apoyaba mi cabeza. Casi a la misma altura que los pupitres, rezaban los nombres de centenares de alumnos y exalumnos del centro. Normalmente me hubiese escandalizado por el acto de vandalismo que supone, la falta de respeto hacia el edificio y al equipo de limpieza, una muestra de rebeldía adolescente o quizás hubiese sentido curiosidad por saber si Ana y Marc seguían proclamando su amor inquebrantable por las paredes del planeta o si, contra todo pronóstico, su relación había perecido.

Pero hoy esos nombres grabados a bolígrafo, lápiz y rotulador adquirían una dimensión distinta. No pude sino preguntarme qué es lo que los había impulsado a firmar aquella pared que tarde o temprano dejarían de visitar. 
Entonces comprendí que aquel muro era la expresión de uno de los instintos fundamentales de la naturaleza humana: el deseo, la necesidad de dejar nuestra huella. Una marca que justifique nuestra presencia en el mundo, una señal que constate nuestro paso por la vida. Un diminuto detalle que reafirme nuestra existencia y nos enlace eternamente a la realidad.

De algún modo, aquello me conmovió. Todos aquellos nombres representaban una vida, una expresión de individualidad, la evocación del propio ego, que cobraba sentido en su conjunto. Cada una de aquellas firmas era el resultado de un anhelo por formar parte de algo mayor, identificarse con los demás alumnos que habían dejado su huella en el pasado. Quizás una muestra de empatía hacia los anteriores alumnos que también sufrieron en aquella aula, así como un signo de esperanza para todos aquellos futuros estudiantes que leerían sus nombres. Toda una inspiración que pasaba desapercibida ante nuestros propios ojos.

A menudo me he preguntado por qué nos esforzamos tanto en superarnos; cuidamos nuestro aspecto físico, intentamos generar un ambiente acogedor a nuestro alrededor, procuramos tratar a los demás con simpatía, perfeccionamos nuestras habilidades, seguimos luchando por alcanzar nuestras metas, intentamos mejorar a nivel personal, intelectual y laboral. Quizás el motivo sea precisamente ese anhelo por formar parte de la historia. Contribuir con nuestra existencia a labrar un futuro decente, enorgullecernos de la memoria que hemos escrito.

Un hombre que admiro profundamente explicó una vez su visión sobre este aspecto: durante nuestra infancia, nos hallamos en un estado de fascinación por el mundo. Maravillados por los misterios que nos rodean, sentimos curiosidad por descubrir los límites de la realidad y nuestra única preocupación es disfrutar de nuestro viaje. A medida que crecemos, nace otra inquietud: queremos que nuestra vida cobre sentido, buscamos un objetivo concreto, un destino. La búsqueda de un lugar en el que encajar y poder destacar se convierte en un reto que se complica proporcionalmente con la edad. Llega un momento en el que nuestra ambición metamorfosea a incertidumbre y la presión llega a asfixiarnos, pues la incapacidad por descubrir quienes somos nos desconcierta. Queremos ser alguien, aportar algo a la sociedad. Recuerdo que en ese momento su mirada se iluminó y, con una tierna sonrisa, confesó que ese conflicto se disipó cuando nació su hijo. En aquel instante comprendió que él era su huella; una parte de él quedaría en este mundo cuando ya no existiera. La prueba de que él había existido. Su deber como padre era, pues, educar a su hijo basándose en la experiencia adquirida a lo largo de su vida, transmitiendo los valores y el conocimiento del que disponía para garantizarle una vida óptima y enorgullecerse de aquél niño que le inspiraba tanto amor.

Quizás éste es el secreto. Quizás solo se trate de dejar nuestra huella en el tiempo, en la memoria de la humanidad. Saber que hemos dejado algo atrás, una parte de nosotros inmortalizada en la realidad para que, cuando nuestro cuerpo exhale en un último suspiro nuestro ser, no quede lugar para el arrepentimiento ni la decepción, sino algo que recuerde nuestro paso por el mundo y no nos disolvamos en el olvido. Una prueba de que nosotros vivimos, sentimos, amamos, hicimos todo lo que quisimos e incluso llegamos a hacer más de lo que nunca habíamos imaginado. Una marca que demuestre que vivimos intensamente y aprovechamos cada segundo de nuestra experiencia, saber que tuvimos un significado relevante en la vida de otro ser humano. Todas aquellas personas que nos conocieron, que tuvimos el placer de conocer, que realizaron cambios en nuestras vidas y, recíprocamente, las vidas que cambiamos; incluso aquellas con las que no tuvimos una relación estrecha pero hemos emocionado e inspirado de algún modo. Dejar constancia de nuestro esfuerzo por ofrecer todo lo que tenemos, haber sido capaces de superarnos y sacar lo mejor de nosotros mismos, haber hecho feliz a alguien aunque sea con una simple sonrisa.

Haber hecho de este lugar un mundo mejor con nuestra existencia y poder decir, con la cabeza bien alta:

Yo estuve aquí.



Tras esta reflexión, volví a mirar el reloj: tan solo quedaban diez minutos de clase. Perdida, levanté la vista. Entonces me percaté de que reinaba un silencio sepulcral y noté la intimidante mirada del profesor que me observaba, expectante, quizás aguardando una respuesta a la pregunta que acababa de formular. Avergonzada, pedí si podría repetir la pregunta.
-¿Observa algún elemento en el documento proyectado en la pantalla que le llame la atención?
Desconcertada, busqué entre las notas repartidas por el tetragrama sin un orden apartente hasta que, por fin, comprendí de qué se trataba. No pude reprimir una sonrisa por la coincidencia:
-Es la primera obra que hemos estudiado que aparece firmada bajo el nombre de su autor.

domingo, 26 de octubre de 2014

Discurs Premis Extraordinaris 2014




Bona tarda Senyora consellera, representants del Departament d’Ensenyament i altres institucions, professors, famílies i estudiants.

Primer de tot, m’agradaria felicitar els meus companys que es troben avui aquí per haver obtingut el reconeixement que suposa un Premi Extraordinari de Batxillerat. És per a mi un honor i un orgull representar amb aquestes paraules no només als premiats, sinó també a tots aquells estudiants que van presentar-se a la prova i, per extensió, als qui no van poder presentar-s’hi; inclús als que no han pogut seguir amb els estudis per innumerables circumstàncies. Haver arribat fins aquí és un mèrit que ens hem merescut per tota la feina feta i l’esforç que ha suposat i, per tant, m’agradaria expressar la meva enhorabona als guardonats.

Els Premis Extraordinaris de Batxillerat són un reconeixement a l’excel·lència, un premi a l’esforç, la dedicació i la constància. Són també un reconeixiement de les capacitats demostrades durant el batxillerat, no només acadèmiques o intel·lectuals sinó també la capacitat d’organització, criteri i sacrifici personal. L’entrega i la passió per aprendre, adquirir coneixements i saber entendre’ls, desenvolupar-los i aplicar-los, així com la voluntat d’excel·lir i haver arribat a destacar per la nostra dedicació i disciplina són qualitats que ens han aportat i ens aportaran resultats molt positius al llarg de la nostra vida, no només durant la carrera universitària i laboral sinó, sobretot, en el nivell personal. Confio que això ens obri portes a oportunitats riques i diverses.

La majoria dels que hem arribat fins aquí va trobar-se, en un moment o altre, amb un conflicte intern que implicava decidir el nostre destí. Potser alguns ja ho tenien clar des de petits, però una bona part no esperava prendre aquest camí abans d’escollir la modalitat del batxillerat. (En el meu cas he acabat triant la Medicina, encara que de petita volia ser una estrella del pop, una famosa escriptora o inclús la Presidenta de Catalunya.)

Tot i així, sabíem que hauríem de fer un esforç immens per poder tenir l’opció de decidir.

La incertesa sobre el nostre futur ens pressionava per dedicar-nos al cent per cent al batxillerat, tenint sempre en ment la nota d’accés a la universitat que desitjàvem. De vegades el patiment esdevenia visible físicament, en els moments d’angoixa i de dubtes. Sóc conscient de l’immensament afortunada que he estat en poder accedir a la carrera que volia, i per aquest motiu m’agradaria tenir en consideració aquells qui, tot i haver-se esforçat moltíssim durant el batxillerat, no van poder obtenir una plaça a la qual aspiraven.

Aquest fet comportava la priorització de l’estudi sobre determinades activitats, ja fos la pràctica d’un esport, l’estudi d’un instrument o una afició que vam haver de relegar a un segon pla. En algunes ocasions, inclús, vam renunciar a estar amb els nostres amics per tal de garantir la nostra plaça en el futur que desitjàvem. Quantes festes i quants sopars ens hem perdut perquè teníem un examen l’endemà...

Tot i la pressió que suposa, crec que és molt important mantenir aquest tipus d’activitats, a més d’intentar seguir formant-nos en altres aspectes més enllà de l’educació reglada, si tenim l’oportunitat i, sobretot, llegir. Els estudis són molt importants, però no ens hem d’oblidar de viure i gaudir d’aquelles petites coses que ens omplen i fan una mica més feliços. Així doncs, l’estudi s’ha de convertir en una part intrínseca de la nostra persona, sense deixar mai de sentir aquella inquietud per saber més del món i aquella curiositat que caracteritza als que som avui aquí, per tal de gaudir de les dues parts. Citant a Albert Einstein: “Mai consideri l’estudi com una obligació, sinó com una oportunitat per penetrar en el meravellós món del saber”. Crec fermament que aquesta determinació és la tinta que ha fet possible escriure el nostre futur tal i com l’havíem somiat.

No hem d’oblidar que som uns privilegiats, encara que l’accés a l’educació no hauria de ser un privilegi, sinó un dret. La diferència augmenta quan ens referim a una educació de qualitat, la base que ens permeti accedir al mercat laboral amb un nivell de competències alt. Una educació que ens formi com a persones, exaltant els valors personals i col·lectius per tal de crear un futur digne i pròsper, estimulant l’ús del criteri i la lògica per a avançar cap a una societat més evolucionada en tots els sentits. Mandela va dir: “L’educació és l’arma més poderosa per canviar el món”. Un món que estarà sotmès a les decisions dels estudiants del present.

És per aquest motiu que crec de gran importància l’existència de reconeixements com aquest del qual avui participem, els Premis Extraordinaris de Batxillerat. A més de constituir una satisfacció immensa per als guardonats, és també un estímul que ens impulsa a seguir oferint el màxim de nosaltres mateixos, continuar creixent cada dia i poder retornar a la societat tot el que ens proporciona. 

Aquesta evolució personal no hauria estat possible sense el suport de les nostres famílies, que ens han fet costat en els moments més difícils, quan la pressió que nosaltres mateixos ens imposàvem semblava dominar-nos, quan un petit error podria suposar que el nostre somni es podria fer miques. En rebre la trucada per comunicar-me que havia estat guardonada amb el premi, la felicitat em va envair completament. Sentia una munió d’emocions, escoltava incrèdula la veu que em felicitava des de l’altre banda del mòbil. Però només una paraula era capaç de pronunciar: gràcies. Només de veure l’orgull reflectit als ulls de les persones que estimo sé que tot el patiment i l’esforç ha valgut la pena. Moltes gràcies a la meva família, als grans professors que he tingut el plaer de tenir, als meus companys i amics, als somriures intercanviats que feien més lleugers els dies. Gràcies per animar-nos a seguir lluitant, per creure en nosaltres i proporcionar-nos l’empenta que necessitàvem en els moments més difícils.

Moltes gràcies per aquesta oportunitat que ens heu donat.


lunes, 18 de agosto de 2014




¿Donde están los tucanes, con sus maravillosos picos bañados por el arco iris? Aquellos fascinantes seres exóticos que poblaban nuestras fantasías cuando soñábamos aventuras de intrépidos exploradores y bellas sirenas, ¿adónde quedaron? Ya no consigo recordar las majestuosas aves del paraíso, lenguas de fuego que con sus doradas coronas surcaban los cielos de mi imaginación. Tan solo diviso repugnantes palomas grises que esparcen sus malolientes excrementos por la contaminada ciudad, infectadas por extrañas enfermedades que degradan un paisaje cada vez más decrépito. A través de mi ventana solamente puedo vislumbrar molestos pájaros cuyos cantos se han transformado en horribles cacofonías que se mezclan entre los sonidos chirriantes y convulsos de la urbe. En cierta ocasión pude distinguir un pequeño gorrión pardo, un diminuto animal muy simpático que me observaba curioso sobre las baldosas de la acera, instantes antes de que un ávido felino se abalanzase sobre el indefenso pajarillo con unas zarpas letales y lo devorase cual león hambriento. Constantemente estamos bombardeados por imágenes de sucedáneos de pavos reales, cuyos coloridos plumajes son fruto del abundante maquillaje y el retoque, y ya no lucen apetitosos o voluptuosos cuerpos sino escuálidas y enfermizas figuras. Las blancas gaviotas que anteriormente se difuminaban en el horizonte sobre el mar se han apoderado de las zonas costeras, escarbando entre los desechos humanos e imponiendo sus graznidos, recortando nuestros derechos como ciudadanos. Ahora los guacamayos aparecen únicamente en las reproducciones de las obras de Rousseau colgadas en el salón de algún soñador frustrado, los verdes loros ya no saludan desde los hombros de malvados piratas sino que repiten palabrotas para el deleite de sus amos, encarcelados entre barrotes de plástico dorado. Y las hermosas mariposas que antes pugnaban por salir de mi estómago revoloteando en mi interior de excitación, ¿adónde marcharon? Quizás se transformaron en estas diminutas polillas que me atacan de noche, que no me permiten alcanzar el ansiado sueño y agujerean mi ropa hasta consumirla completamente, dejándome desnuda ante la realidad.

lunes, 11 de agosto de 2014

XXI



A veces me pregunto qué es lo que la hace tan especial. Quizás es su capacidad para contagiar alegría dondequiera que vaya, provocando sonrisas y sonoras carcajadas con sus despreocupados comentarios. Su naturalidad se funde con una espontaneidad innata, posee un increíble don para infundir un sentimiento de bienestar a su alrededor, pues es inconcebible la idea de que alguien no se sienta a gusto a su lado. Desprende calidez e irradia optimismo, goza de una predisposición muy positiva y es la primera en ofrecer su ayuda. Desearía gozar de la sensatez con la que habla; tiene un tacto exquisito para saber qué decir en cada momento y una conversación sumamente agradable, su elocuencia es capaz de persuadir al más perspicaz de que se trata de una experta en algún tema del que acaba de escuchar por primera vez. Pese a que de vez en cuando me mofo de su ignorancia sobre algún aspecto, únicamente con el propósito de incomodarla (situación de la que suele salir airosa con una amplia sonrisa y una risilla característica), no puedo negar que es una muchacha realmente inteligente, cuya capacidad de concentración, dedicación y esfuerzo siempre he envidiado. Quizás es por su encanto, que transmite mediante su buena voluntad y un gran corazón. Estoy convencida de que ella es aquella chica que todo el mundo anhela conocer.

A veces me sorprendo admirándola en silencio para grabar su rostro en mi memoria, estudiando sus rasgos para no modificar ninguno de los detalles que configuran su belleza. Una belleza envidiable; dos majestuosos ventanales con vistas a un océano de aguas cristalinas te contemplan enmarcados por unas cejas rebeldes que le proporcionan aspecto salvaje, una pequeña nariz chata que le confiere un aspecto bonachón y sus labios carnosos perfectamente perfilados que siempre esconden una sonrisa. Mil veces he procurado enojarme con ella, pero todos mis intentos fueron en vano; si apenas conseguía irritarla, en un abrir y cerrar de ojos ya volvíamos a reírnos como si no hubiese sucedido nada. Supongo que este es el inevitable sino de los hermanos...

A tu lado he sido princesa, la más preciada clienta de tu supermercado, sirena de aguas marinas, una alumna excepcionalmente atenta a las explicaciones sin sentido de su profesora, vaca, caballo, perro e incluso un marido borracho e infiel quizás demasiado inspirado en las telenovelas que nos ponía la abuela después de comer. Juntas éramos dos reinas del drama, dignas de poseer espectáculo propio en Broadway. Pero, sobre todo, a tu lado he sido bailarina. Nuestra pasión por el baile, materia que siempre has dominado con gran maestría y salero, nos fue infundada desde que tenemos uso de razón. Recuerdo (y quedan como testigos los incontables vídeos caseros que grabaron) tu empeño en bailar cualquier tipo de música o sonido que tu oído era capaz de apreciar. Desde los infalibles ritmos latinos que nos acompañaron durante la infancia (cómo olvidar artistas como Chayanne, David Civera, Shakira, Thalía, Paulina Rubio, La Oreja de Van Gogh, Christina Aguilera, Beyoncé o Madonna) hasta la banda sonora de los videojuegos de coches de carreras de la PlayStation 1 mientras jugaba nuestro vecino, pasando por la sintonía del telediario y la música ambiental en algún chiringuito perdido por la playa, helado medio deshecho en mano. Todavía mantienes esta parte de ti intacta, pues siempre te sorprendo vagando por casa absorta en tu mundo, con los auriculares puestos bailando como si te encontrases en el pódium de la más concurrida discoteca.

Tu coquetería es célebre en toda la ciudad, difundida mediante un escrito ganador del primer premio de los Juegos Florales que escribí en primaria, el cual leí enfrente de todo el curso y en el cual plasmaba mi incomprensión frente a esa etapa por la que estabas pasando: La Edad del Pavo. Supongo que ese periodo te marcó para la eternidad, pues dejó su huella en tus dramáticos movimientos gestuales que se escabullen en cada conversación, motivo de mis burlas inocentes. Aún te molestas cuando alguien te recuerda ese texto, aunque intuyo que, secretamente, te encanta.

Y aunque a veces intentemos disimularlo, en el fondo siempre te preocupas por mí y sabes que yo me siento muy orgullosa de ti. Porque te quiero desde el instante en que te vi por vez primera, en el mismo hospital donde nací, cuando abrí mis ojillos y vi dos enormes turquesas observándome horrorizada. Fue entonces cuando decidí que serías mi enemiga favorita, mi mejor amiga y mi mayor confidente.

Siempre a tu lado, siempre tu hermana.


¡Muchas felicidades, preciosa!

miércoles, 30 de julio de 2014

Laura (English Version)

I went into that room engulfed in a mysterious gloom, yearning to possess the precious treasure it guarded. A beam of moonlight illuminated the center of the room, after which Laura was waiting patiently, leaning on her back. Despite the poor visual capacity the room offered, I could guess the curve of her waist, the softness of her body. I walked slowly to the sensuous silhouette in the shadows, stopping a few inches before her.

"I've missed you," I ventured. There was no answer. Silence tore my soul. After so long... the memory of her sweet voice, her melodious singing whose notes were capable of shedding the tears of the fiercest being echoed in my mind like a seductive mermaid song.

Impatience competed inside of me against my will to gloat over that moment, a man reunited with his beloved, with half of his soul, my very identity in a different body... without her I am not complete. Her expression of reproach, as perhaps she had imagined I abandoned her, afraid of the inexorable oblivion, was replaced by a sense of relief and joy for seeing me again. Under her compassionate look my nervous fingers unzipped her sober dress, unsheathing a sculpted body that seemed carved by Michelangelo himself. I remembered that, ironically, his father was a famous Italian luthier  at the time, creator of the most distinguished works of art, including the birth of my beautiful Laura.

The emotion hit me without warning, and I could not hold the tears that welled in my eyes uncontrollably, like birds flying free at last after being prisoners from a terrible fate for too many years.
The hardship and pain had taken over my being, guilt and remorse had corroded my inside as woodworm devours neglected books, leaving them empty, destroying the beautiful stories that once were, amorphous behind the veil of putrefaction. In my temples the sound of a thousand bullets fired at close range rattled as hammers. I only had to blink to glimpse the terrified eyes of my first victim, my first tear of consciousness, my first murder. I was crying all day because I never imagined the impact it could cause to simply shoot a gun. I was not aware of what this entailed, what it meant taking the life of a human being by a dubious cause previously defended regardlessly. Since then, his memory and that of countless spirits torment me every moment, occupying my mind and my starring bloodiest nightmares. The desolation that war caused in that remote country was but a reflection of what I was now, I had been reduced to rubble. My previous memories to the battlefield fancied me as an idyllic dream, perhaps nonexistent. Maybe just ash. But the memory of Laura kept me hoping to return home to relive those magical moments that both yearned under the protection of passion and security it provided me and how far I was from them in those moments.

However, she was right in front of me impatiently now. I pinched her affectionately and she let out a low moan, atrophied from disuse of her voice. Stroking her hair, we went slowly regaining the harmony that once united us, remembering those moments of uncertainty and excitement that took place before the start of every concert, when nerves were almost tangible. Delicately, my fingers were touring every corner of her body, drawing her sinuous figure. My lips were in her womb, that mysterious place where the most wonderful sounds imaginable resonated. What injustice to humanity it was that Laura had remained silent for so long! After a long sigh, trying to empty my mind of all the war imagery and disturbing thoughts, I took my bow and tried to remember the moves that cost me so much effort to internalize and, somewhere in the subconscious, had been recorded with a hot iron. Then, almost without realizing it, I started playing that Bach cello suite I had had the honor to perform in public and in private repeatedly, invoking his spirit to help me interprete it, without thinking of anything but her beauty, her character, flowing music that filled my head to the tips of my extremities, isolating myself from everything foreign to Laura and me, melting like lovers: as a musician and his instrument constituting one body, wrapped in the mantle of a piece, speaking a secret language able to touch the world.

martes, 10 de junio de 2014

Vivir en un futuro perfecto

Durante estas últimas semanas la actividad de este blog ha sido casi nula, pero espero que pronto vuelva a surgir la inspiración y, con ella, nuevas historias que contar. 

Se acerca un periodo de transición. Inevitablemente, mi vida va a experimentar una sucesión de cambios que me conducirán a una nueva etapa. Empieza otro capítulo poblado de nuevos personajes, nuevos escenarios y nuevos sueños. Mañana se empezará a decidir cuál es mi sino. ¿Qué sorpresas me aguardan en el siguiente episodio? ¿Seré capaz de seguir el plan que tan detalladamente he trazado? ¿O quizás mi futuro adoptará la forma de una opción que no había contemplado? 
Supongo yo misma comenzaré a redactar las respuestas que corresponden a cada pregunta. Mañana es El Día. Deseadme suerte.

A continuación os dejo un breve poema retrospectivo que ilustra mi situación y que trata sobre mi preocupación por vivir en futuro perfecto.


Vivir en un futuro perfecto

Yo habré vivido
Tu habrás vivido
Él/ella habrá vivido
Nosotros/as habremos vivido
Vosotros habréis vivido
Ellos/as habrán vivido


Espero no tener que reescribirlo en subjuntivo.

sábado, 31 de mayo de 2014

Laura



Entré en aquella habitación sumida en una misteriosa penumbra, anheloso por poseer el preciado tesoro que albergaba. Un haz de luz lunar iluminaba el centro de la estancia, tras el cual Laura me esperaba pacientemente, reclinada sobre su espalda. Pese a la nefasta capacidad visual que la sala ofrecía, pude adivinar la curva de su cintura, la suavidad de su cuerpo. Avancé lentamente hacia la sensual silueta recortada entre las sombras, deteniéndome a escasos centímetros.

"Te he echado de menos", aventuré. No obtuve respuesta. El silencio me desgarraba el alma. Después de tanto tiempo... el recuerdo de su dulce voz, de su melodioso canto, de aquellas notas capaces de hacer derramar las lágrimas del más feroz ser, retumbaba en mi mente como el canto de una seductora sirena.

La impaciencia competía en mi interior contra la voluntad de saborear aquel momento, el reencuentro de un hombre con su amada, con la mitad de su alma, con su misma identidad en distinto cuerpo, sin la cual no estoy completo. Su expresión de reproche, puesto que quizás imaginó que la había abandonado, presa del temor al inexorable olvido, fue reemplazada por una sensación de alivio y de júbilo por volver a verme. Bajo su mirada compasiva se deslizaron nerviosos mis dedos desabrochando la cremallera de su sobrio vestido, desenfundando un cuerpo escultural que parecía tallado por el mismo Miguel Ángel. Recordé que, irónicamente, su progenitor fue un lutier italiano celebérrimo en su época, creador de las más distinguidas obras de arte, entre las cuales nació mi bella Laura.

La emoción me golpeó de frente, sin avisar, y no pude contener las lágrimas que brotaron descontroladas de mis ojos, como pájaros que vuelan libres al fin tras ser galeotes de un terrible destino durante demasiados años.
La penuria y el dolor se habían apoderado de mi ser, la culpa y el remordimiento me habían corroído las entrañas como la carcoma devora los libros descuidados, dejándolos vacíos, destruyendo las bellas historias que un día fueron y quedaron deformadas, amorfas tras el velo de la putrefacción. En mis sienes repiqueteaban como martillos el sonido de mil balas disparadas a bocajarro. Me bastaba con parpadear para vislumbrar los ojos aterrorizados de mi primera víctima, mi primer desgarro de la consciencia, mi primer asesinato. Estuve todo el día llorando, pues nunca imaginé el impacto que podría causar el simple hecho de disparar un arma. No era consciente de lo que ello comportaba, de qué significaba arrebatarle la vida a un ser humano por una causa dudosa que antes defendía sin miramientos. Desde entonces, su recuerdo y el de incontables espíritus me atormentan a cada instante, ocupando mi mente y protagonizando mis más sangrientas pesadillas. La desolación que la guerra causó en aquel remoto país no era sino un reflejo de lo que yo era ahora, me había reducido a escombros. Mis recuerdos anteriores al campo de batalla se me antojaban como un sueño idílico, quizás inexistente. Quizás sólo ceniza. Pero el recuerdo de Laura me mantuvo con la esperanza de volver a casa, de revivir aquellos momentos mágicos que tanto añoraba, bajo el amparo de la pasión y la seguridad que me proporcionaba y de la que tan distante me encontraba en aquellos instantes.

Sin embargo, ahora la tenía justo delante, impaciente. La pellizqué cariñosamente y dejó escapar un gemido ronco, atrofiado por el desuso de su voz. Acariciándole los cabellos, fuimos recobrando poco a poco la sintonía que tanto nos había unido, recordando aquellos momentos de incertidumbre y excitación que tenían lugar antes de empezar cada concierto, cuando los nervios eran casi tangibles. Delicadamente, mis dedos fueron recorriendo cada rincón de su cuerpo, dibujando su sinuosa figura. Mis labios se posaron en su vientre, aquel misterioso lugar donde se gestaban y resonaban los más maravillosos sonidos imaginables. ¡Qué injusticia para la humanidad que Laura hubiese permanecido muda durante tanto tiempo! Tras un largo suspiro, intentando vaciar mi mente de todas las imágenes bélicas y los pensamientos perturbadores, tomé mi arco y traté de recordar los movimientos que tanto esfuerzo me costaron interiorizar y que, en algún lugar del subconsciente, habían quedado grabados con hierro candente. Entonces, casi sin percatarme de ello, empecé a tocar aquella suite de Bach para violoncelo que en tantas ocasiones tuve el honor de ejecutar en público y en la intimidad, invocando su espíritu para que me ayudara a interpretarla, sin pensar en otra cosa que en su belleza, su carácter, el fluir de la música que me invadía de la cabeza hasta la punta de mis extremidades, aislándome de todo lo ajeno a Laura y a mí, fusionándonos como dos amantes: como un músico y su instrumento constituyendo un sólo cuerpo, envueltos en el manto de una pieza, hablando un idioma secreto capaz de conmover al mundo.


jueves, 29 de mayo de 2014



Él tiene el poder de cambiar mi estado de ánimo como si de un interruptor se tratase, invadiéndome de preocupación y pesadumbre si percibo un atisbo de tristeza en su mirada de ojos negros o embriagándome de éxtasis y radiante felicidad si me dedica una de sus preciosas y sinceras sonrisas. Soy sumamente vulnerable  y susceptible a cualquier sutil gesto que realice, aun inconscientemente, pues soy conocedora de que mi insaciable imaginación está empeñada a interpretar cada uno de sus movimientos, involucrándome en sus causas. Incluso soy víctima de mi mente, que me engaña constantemente confundiendo sus marcadas facciones con las de casuales viandantes que no guardan relación alguna; su esbelta figura con la de un ciclista que pasa raudo por delante; su enrevesado cruce de piernas al sentarse con las de cualquier pasajero del autobús, que observa curioso la expresión de la locura que se dibuja en mi rostro. Pero en el fondo sé que, a pesar del rubor que se asoma por mis mejillas cada vez que distingo sus gráciles andares entre la multitud, no tengo la más ínfima posibilidad de entablar una relación con él.

miércoles, 28 de mayo de 2014



Cada vez que su mirada penetrante se posa en mis ojos todo mi ser cobra una estructura ordenada, armónica, habitando en mi la paz que tanto anhelo. Tan solo distinguir su calmada figura entre la muchedumbre apresurada renace en mí la ilusión como una danzarina llama. Su cuerpo constituye la encarnación de mi felicidad, codeándose entre un resplandor onírico que solamente yo puedo apreciar. No son pocas las ocasiones en las que me he imaginado rodeada por sus ardientes brazos o robándole un ósculo inesperadamente en un arrebato de pasión incontrolable. Pero aun así soy consciente de la realidad que en mí se cierne cual maldición milenaria, del vacío temporal que nos separa, desgarrando mi alma centímetro a centímetro mientras me esfuerzo, prisionera de su dulce voz, por zafarme de este apremiante corsé que me ahoga y me asfixia. A pesar de este sufrimiento, mi mente sigue resistiéndose a abandonar los sentimientos que me arrojan a tal irracional locura, pues su cálida sonrisa, sutilmente levantada por su comisura derecha, constituye una milagrosa panacea a todos mis males, desnudándome de mis preocupaciones y recargándome de un mágico júbilo que invade cada rincón de mi piel.

jueves, 22 de mayo de 2014

Futuro incierto


Free falling dream by Richard George Davis // Source: DeviantArt

Siento que el suelo se desvanece bajo mis pies. Caigo en un vacío infinito, cada vez más rápido, mientras me esfuerzo por desarrollar alas que me permitan sobrevivir a un inevitable golpe y poder planear por encima de la catástrofe. Por otra parte, la presión que ejerce mi propia exigencia sobre mi mente acelera e intensifica esta caída, obligándome a luchar contra ella con todas mis fuerzas y causando mi fatiga. Me duelen los huesos, a cada paso que doy tiembla mi esqueleto. Supongo que el sufrimiento es el precio a pagar por el éxito, el dolor es causado por estas alas que se esfuerzan por crecer en mi cuerpo. El horizonte se me antoja lejano, casi en otra dimensión, a pesar de que puedo alcanzarlo con solo dar dos pasos. Mis manos se ciernen alrededor de un sol cegador, temerosas de que explote, pero a su vez incapaces de liberarlo, pues su calor alberga mi futuro, o el futuro que deseo. O quizás el futuro que creo desear. Al fin y al cabo, puede que mi destino sea emprender otra estrella, otra fuente de luz que alumbre mi camino, otro Sol que ilumine mi pensamiento y que encienda mis pasiones. En este preciso instante debo tener cautela, pues un movimiento en falso podría conllevar el fracaso, podría quemarme por querer agarrar una estrella cuyo calor no estoy capacitada para soportar. Paradójicamente, siempre me he sentido preparada para este momento, pero ahora que el reto es inminente creo que no estoy mentalizada de lo que supone. Quiero relajarme y sentirme segura, quiero entrar exultante y salir radiante de satisfacción. Quiero recargar energía, saborear la incertidumbre. Pero todo lo que obtengo es inseguridad, nervios, angustia y, sobretodo, desconfianza en mí misma. ¿Qué ha pasado con mi antigua yo? ¿Quién es esta extraña que me mira desde el espejo? 

martes, 20 de mayo de 2014

Como el Fénix





A veces nos proponemos lograr metas que se nos antojan inalcanzables porque requieren un esfuerzo tan extremo que, tanto física como psicológicamente, no somos capaces de asimilar, aunque nos duela admitirlo. En algún momento, todo aquello que creías dominar comienza a crecer como una bestia indomable que escapa inevitablemente de las riendas que tan apaciblemente dirigías. Es entonces cuando caemos del pedestal desde el que nuestro orgullo sonreía deslumbrante, y la frustración se apodera de nuestra mente. Poco a poco nos consume la inseguridad, que corroe nuestro interior y cual ácido nos devora y nos desfigura, tornándonos unos seres irreconocibles, oscurecidos por la propia decepción. Pero debemos luchar para poder retomar el control sobre nuestras capacidades y así volver a recuperar nuestra identidad original. Debemos incluso aprender de esta experiencia para mejorar aquellos aspectos que agrietaban nuestro ser y nuestra felicidad. Porque a veces necesitamos dar un paso atrás para poder verlo todo con perspectiva y volver a creer en nosotros mismos, tal como un fénix que renace de sus cenizas.